«Alguna vez hemos tenido la inquietante sensación de que, inmersos en la más profunda oscuridad, de repente oímos una respiración ajena, extraña, increíblemente cerca. Al volver la luz seguimos solos, aunque no estamos tan seguros de haberlo estado. Esto sucede con la prosa de Miguel Cane: al leerlo uno queda asombrado y un poco aterrado por no saber qué acaba de pasar ante sus ojos. Trampa para niebla ocurre en esa zona límite entre el género fantástico y lo cotidiano que cultivara como un jardín Silvina Ocampo.»

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Luciano Lamberti